
Parece que fuera ayer cuando corría tras una pelota en le querido Porongos, sin ser consciente de todo lo que vendría: mis primeros pasos por Unión Juvenil de Durazno, llegando a Nacional, Mallorca, Real Sociedad, Málaga, River Plate y el orgullo de defender la camiseta de la selección uruguaya, donde aprendí lecciones invaluables en cada uno de ellos. Cada gol celebrado, cada derrota me enseñó el esfuerzo, la dedicación y el constante intento por ser un mejor jugador, pero, sobre todo, una mejor persona para la vida.
No habría llegado hasta aquí sin mis compañeros en cada uno de los clubes, donde creamos vínculos indestructibles, amigos, hermanos de la vida; los hinchas que siempre estuvieron en las buenas, pero aún más en las difíciles; a los cuerpos técnicos que pasaron y cada uno de ellos me brindó sabiduría y enseñanzas; dirigentes que sacan tiempo de sus vidas para dedicarlo a lo que amamos, que es el fútbol; funcionarios de los clubes que son nuestro sostén día a día, pero, fundamentalmente, a mi familia y amigos, el motor principal que nos da las fuerzas para levantarnos en cada día, sin ningún interés más que vernos cumplir el sueño de ser futbolista.
Este mensaje no marca un adiós definitivo, sino un reconocimiento a los compartido, llevaré siempre toda la esencia de ser futbolista en mi corazón, en cada paso que de más allá del campo”.
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