
Periana es un paraíso escondido donde la sierra se despliega en suaves ondulaciones, interrumpidas solo por barrancos que descienden hasta el río Guaro. En sus valles, los olivares se mezclan con campos de frutas y huertas que pintan el paisaje con tonos cálidos. Desde el Puerto del Sol, las vistas son de esas que se quedan grabadas en la memoria, con las montañas abrazando el horizonte. Y debajo de la tierra, en el fondo del Embalse de la Viñuela, descansan restos de un pasado antiguo, como si el agua guardara secretos por desvelar.
Con una historia que se remonta al Paleolítico Inferior, el municipio fue hogar de antiguos asentamientos, como los encontrados en el Cerro de Alcolea. Durante la época árabe, fue una pequeña alquería, y en el siglo XVIII comenzó a tomar forma como pueblo tras la conversión de su ermita en iglesia. Aunque el terremoto de 1884 lo devastó, la ayuda de Alfonso XII permitió su reconstrucción. Hoy destaca por su cultivo de melocotones, aceite verdial y su atractivo turístico, con una leyenda que cuenta cómo su nombre surgió de la unión de los apellidos Pereiro y Santana.
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