Entrenador del club: “Llegué desde la cantera, a conocer otra metodología. Con mi mujer y mi hija pequeña. A partir de ahí se fue fraguando un sentimiento que tiene hasta un punto obsesivo. Toda la gestión que hacíamos la traíamos para casa. Desde el campo de la Virreina hemos visto muchos futbolistas. A nivel personal y profesional el Málaga me lo ha dado todo”.
Cambios en los 150 partidos como técnico: “Lo gestiono muy diferente a si estuviera en otro equipo. Soy más directo y hablo mucho con el corazón. Cuando vienes de abajo tienes que tener mucha personalidad y ser muy convincente. Ellos vieron que se nos iba la vida en esto. Cuando llegué conseguimos mantener la categoría en un año difícil. Fue muy exigente. Nos encontramos un grupo con mucha hambre y lo comparo mucho al que tengo ahora. Fue muy duro con una exigencia muy grande. A la familia le afectó. Hay situaciones en las que tenía que parar y poner en valor otras cosas por delante. Cuando llegas a ese punto… He llegado a un momento en el que me he levantado y he llegado a Rosaleda a las 7 de la mañana y no había entrenamiento. Ese punto obsesivo del día a día hay que saber controlarlo. Fue una decisión difícil y dolorosa, pero en ese momento lo sentía. Me arrepentí. Le he quitado mucho tiempo a mi hija y no le doy tiempo a mi mujer y eso se nota. Ellas son mi vida. Mi mayor debilidad es mi hija. La familia de mi mujer es como si fuesen familia mía de sangre. No les doy todo el tiempo que necesitan. Son cosas que tengo que reconocer”.
El descenso, lo más duro: “Llegué en una situación difícil. Lo intentamos y luchamos muchísimo, pero no pudimos conseguir lo que merecía la gente. Era un reto y un desafío para todos. Hay mucha gente que perdió su puesto de trabajo. Fue un año muy importante el anterior porque si no se conseguía la situación se podría hacer insostenible. Tuvimos esa humildad y que íbamos a tener la oportunidad”.
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