
Entre lomas y cerros que dibujan un horizonte ondulado, Benamargosa se abre paso con el río como eje de su geografía. Al sur, Los Corbachos y Lomas de Cutar forman una barrera natural, mientras que al norte, La Torre se impone como el punto más alto del término. Entre pagos rurales como La Maceta, Loma Blanca o El Castañar, el pueblo conserva su esencia andaluza, bajo un clima mediterráneo subtropical de inviernos suaves y lluvias caprichosas.
Con un origen que se pierde en el Neolítico, su historia es un mosaico de culturas y batallas. Fenicios y romanos surcaron su río, mientras que la huella árabe quedó impresa en su nombre. En 1487, tras la caída de Vélez-Málaga, sus moradores se rindieron a los Reyes Católicos, cerrando así siglos de dominio andalusí. En tiempos de Napoleón, sus habitantes se alzaron en guerrillas, apoyadas por el legendario Cura Pinto. Años después, la Guerra Civil dejó profundas cicatrices en sus calles. Un pasado escrito en la resistencia de su gente.
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